Los que estamos bajo el signo, no vivimos en absoluto cerrados al mundo; a menudo vivimos en nuestros pensamientos y conversaciones en medio de él, sólo que en otro campo: no estamos separados de la mayoría por barreras, sino por una manera diferente de ver las cosas. Nuestra labor es formar una isla dentro del mundo, quizá dar el ejemplo, en todo caso vivir la anunciación de otra posibilidad de vida. Yo, solitario tanto tiempo, estoy conociendo la comunión que es posible entre seres que han conocido la completa soledad. Nunca más me he sentido atraido por los banquetes de los dichosos. ni a las fiestas de los alegres; nunca más tuve envidia o nostalgia de la amistad de los demás. Y, lentamente, fui iniciado en el misterio de los que llevan «el estigma».
Nosotros, los marcados, parecemos con razón extraños, incluso locos y peligrosos. Hemos despertado, o estamos despertando, y nuestro empeño está dirigido a una mayor conciencia; mientras que el empeño y la búsqueda de los demás está encaminado a subordinar , cada vez con más fuerza, sus opiniones, ideales y deberes, su vida y su felicidad, a los del rebaño. También entre aquellos hay empeño, y fuerza y grandeza. Pero mientras nosotros, los marcados, creemos representar la voluntad de la naturaleza hacia lo nuevo, individual y futuro, los demás viven en una voluntad de permanencia. Para ello la humanidad – a la que quieren con la misma fuerza que nosostros- es algo acabado que hay que conservar y proteger. Para nosotros, en cambio, la humanidad es un futuro lejano hacia el que todos nos movemos, cuya imagen nadie conoce, cuyas leyes no están escritas en ninguna parte.
Nosotros, los marcados, no debemos preocuparnos por el porvenir. Cada confesión, cada doctrina salvadora, nos parece de antemano muerta y sin sentido. Sólo concebimos como deber y destino el que cada cual llegue a ser completamente uno mismo, vivir entregados por completo a la fuerza de la naturaleza en nosotros activa que le destino incierto nos encontrará preparados para todo, traiga lo que traiga.