ota de Segu-Info: si desean saber que hay detrás de este tema, recomendamos esta presentación de Luciano Bello sobre Kryptos.
Kryptos, una escultura de James Sanborn, se instaló en el patio del cuartel hace 20 años.
Su misterio perdura en la casa de los espías. Veinte años después, se mantiene el interrogante, pese a que son legión los que insisten en la investigación. “Kryptos es arte, pero también es un enigma”.
Así califica Dan Brown, en su novela El símbolo perdido , la escultura que se instaló en 1990 en el patio de los cuarteles de la CIA, en Langley, Virginia, no muy lejos de Washington DC.
Kryptos, término griego para designar lo oculto o escondido, es una creación del artista James Sanborn. “Se ha convertido en algo legendario”, se remarca en la novela que se convirtió en un best-seller. La escultura consiste en una enorme pieza en forma de “S”, de paneles de cobre, sobre los que hay escritas “cerca de dos mil letras en un desconcertante código”, precisa Brown.
Su búsqueda en la ficción no impide que su descripción resulte de lo más real. No muy diferente de la que ayer realizaba el diario The New York Times, en cuyas páginas el escultor deslizó una pista para facilitar las pesquisas, o hacerlo creer.
De los cuatro mensajes que cinceló, el último continúa encriptado. A Sanborn lo tiene algo frustrado tanta espera. “Pensé que este acertijo sería descubierto en un tiempo bastante más corto”, confesó al Times. En 1999 se consiguió dar sentido a un número aproximado de un millar de los caracteres, que son los que configuran tres de las leyendas. Para facilitar despejar la incógnita, el artista ofrece el significado de una serie de seis caracteres –NYPVTT–, que una vez descifrados se leen como Berlín.
Todavía quedan por determinar otros 91 caracteres y sus órdenes correspondientes. Los expertos empeñados en esta tarea se felicitan por la ayuda, aunque reconocen que aún falta mucho por saber. Es el texto más corto de todos y, a su vez, el más complejo.
Nadie previó en la agencia de inteligencia la fiebre que suscitaría la resolución de esta cuestión. En buena medida se ha visto alentada en los últimos años con los relatos de Dan Brown, en especial por El código Da Vinci .
James Sanborn ganó el concurso cuando la CIA planificó la expansión de su sede. La agencia puso en contacto entonces al escultor con Edward Scheidt, un agente retirado especializado en criptografía. Este agente fue quien lo adiestró y le dio las claves para convertir un conjunto de letras en cuatro pasajes camuflados.
Que el enigma perdure resulta compatible con ciertas dosis de acritud. El escultor considera que la influencia de Brown sobre su creación no ha sido del todo positiva. Asegura que le molesta el retrato que se hace en El símbolo perdido, respecto a que su obra esconde “un viejo secreto masónico”. Incluso añade que la relevancia que pueda tener el mensaje para la CIA está mucho más matizado que una parte de la trama de un best seller.
Sanborn, sin embargo, es más que consciente de que “cualquiera que tiene un secreto, por trivial que sea, se sitúa en una posición de poder”. El lo sabe bien. El aluvión de correos electrónicos que recibía lo llevó a abrir un sitio en la Web en el que da respuesta –siempre negativa– a las resoluciones que aportan los estudiosos. En algunos casos se extienden en más de cien folios de razonamientos. “No puedo esperar mucho más tiempo”, ironiza al recordar su edad, 65 años.
Habrá quien replique que, además de Kryptos, la CIA tiene otros trapos ocultos. Y sucios, sin el brillo del trabajo de este artista. En esta ocasión nadie dudará de que viene como anillo al dedo, o como frase final a un artículo, que se recurra al dicho de “pero esa es otra historia”.
Autor: Francesc Peirón
Fuente: Clarin